20-03-2012 | Juan Martini
Historietas, tiras de humor y enciclopedias infantiles y juveniles: las lecturas de la infancia.
Por Juan Martini.
* Cuando empecé a leer mis padres eran muy jóvenes y estaban distraídos en sus propias vidas. Tenían 30 años y yo 6. Mi madre era huérfana y nunca pudo desenredarse del todo de la nostalgia por mi abuelo. Mi padre era hijo de calabreses analfabetos y trabajaba en la Secretaría de Trabajo y Previsión del gobierno de Perón. En el departamento de la calle Pozos 272 no había, me parece, ni un solo libro.
* A mi madre la crió una tía, en Rosario, que después fue mi madrina. Mi madre se escapó de esa casa a los 18 años y se vino a Buenos Aires. Pero el vínculo no estaba roto y ella fue y volvió muchas veces y yo aprendí a pasar los veranos allá. En la casa de Tina, mi madrina, había una biblioteca, uno de esos muebles cerrados con puertas de vidrio y lleno de libros… Esa biblioteca era algo así como lo que no podía faltar en un escritorio aun cuando nadie leía, tampoco, en la casa de la calle Rioja 2824.
* Así que todo empezó con historietas y tiras de humor. Desde revistas como Rico Tipo, en la que abundaban los personajes de Divito y sus chicas, hasta Hora Cero, que apareció semanalmente en 1957 con las aventuras de Ernie Pike, El Eternauta y el extraordinario Randall the Killer (todas con guiones de H.G. Oesterheld y dibujos de Hugo Pratt, Solano López y Arturo del Castillo), pasando por Patoruzito, El Tony, Intervalo y D’Artagnan donde salían Flash Gordon, Rip Kirby, Cisco Kid, Capitán Marvel, Agente Secreto X-9, Steve Canyon, Mandrake, Tarzán y Batman. Sin olvidar las revistas mexicanas dedicadas a Roy Rogers, Gene Autry y Red Ryder entre otros cowboys, y también a Archie y a La Pequeña Lulú.
* La televisión no comenzaría hasta unos cuantos años más adelante a reemplazar la lectura con novelas y series y la función social de contar historias se refugiaba todavía y en parte en la radio. Rico Tipo rondaba en sus mejores momentos los 400.000 ejemplares y su influencia en la vida cotidiana era fuerte. El Tony, así como otras revistas de la editorial Columba, vendía 300.000. Estas cifras son inalcanzables hoy para cualquier revista de cualquier tipo que se edite en la Argentina.
* Quedaba el cine. Mucho Hollywood, mucho western, muchas aventuras y películas cómicas y de amor. Los cines de barrio daban dos y tres cintas por día en funciones continuadas. Esto quería decir que si entrabas a las tres de la tarde y querías ver dos veces las dos o tres películas lo hacías. Recuerdo haber salido más de un domingo del cine Gardel en Rosario o del Parque Chas en Buenos Aires a la nochecita con los ojos hinchados y sin poder pensar en otra cosa que en el coraje de Charlton Heston, Alan Ladd o Gary Cooper… Antes habían sido los cines para chicos, los que tenían programas de una hora de dibujos animados y cortos con actores como el Heraldo, en Rosario, o el Real en Esmeralda al 400 en Buenos Aires… En todos los casos yo leía historietas y veía películas fascinado en el armado de las tramas, en el progreso de las historias, en la construcción de traiciones o amores imposibles.
* De modo que no es de extrañar o resulta casi lógico que lo primero que se me ocurrió escribir fue el guión de una historieta de cowboys que después yo mismo dibujaba. Esto sucedió en Rosario, durante unas vacaciones de invierno, mientras Tina y su hija, Chichita, cosían o bordaban en una pieza que una estufa a kerosene calentaba y perfumaba con olor a hojas de eucaliptus que hervían en un jarrito sobre una rejilla en lo alto de la estufa. El personaje principal no era un sheriff ni un bandido: era un comedido o una víctima, un tipo atrapado entre dos fuegos que quería rescatar a la chica.
* Entonces, un día de verano, en Rosario, abrí la biblioteca… y me quedé ahí, sentado en el suelo, mirando. Me pareció que había muchos libros… Con el tiempo yo los iría leyendo, no todos, pero casi todos. Sin embargo lo que nunca voy a olvidar es lo primero que vi y la impresión que me causaron veinte tomos iguales encuadernados con tela verde. Era El Tesoro de la Juventud, una especie de enciclopedia infantil y juvenil que se convirtió durante un par de años en mi lectura preferida. El Tesoro de la Juventud estaba organizado en Libros y cada uno de los volúmenes contenía todos los Libros: El Libro de las Narraciones Interesantes, El Libro de los Países y sus Costumbres, Historia de los Libros Célebres, Historia de la Tierra, El Libro de los Hechos Heroicos, El Libro de Nuestra Vida, y Juegos y Pasatiempos entre otros. Mi preferido era El libro de los Por qué.
* En esa biblioteca familiar, flaca a pesar de todos los libros que guardaba, acumulativa sin otro orden, y por eso mismo un poco caótica y un poco irresistible, puedo reconocer hoy, además, algunos impulsos que me estaban llevando, sin que lo supiera, hacia mis primeros pasos en la escritura, hacia mis primeros (y casi últimos) poemas y hacia mis primeros cuentos: una labor al principio silenciosa y secreta sobre la que crecería en seguida el deseo indoblegable de escribir.
fuente: http://blog.eternacadencia.com.ar/?tag=juan-martini
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