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Trece cuentos de Daniel Moyano

Par larouge • Moyano Daniel • Mercredi 08/07/2009 • 0 commentaires  • Lu 1268 fois • Version imprimable


Cantata para los hijos de Gracimiano
El hombre y la mujer despertaron con los huesos fríos, como dos arañas inútiles expuestas al sol. Estaban tendidos en la expresión donde los había dejado el deseo, fatigado en una interminable reiteración mecáni-ca de un impulso iniciado hacía tiempo. Lo único visible del hombre era un largo brazo caído hacia el piso de tierra, y de la mujer un mechón negro de cabellos. El resto era una construcción topográfica de huesos puntiagudos debajo de la frazada, que latía en su fragilidad impulsada por cuatro pulmones. Últimamente cada acto de amor les sabía a duelo, pero lo ocultaban ante el temor de que fuese verdad. Estaban ambos boca arriba, casi juntos. Pensaban.
El problema que tenían era cómo decirles a por lo menos dos de los nueve hijos, los mayores, que ese día los entregarían a otras familias que pudiesen alimentarlos. Para los siete restantes, menores y sin entendimiento, era un simple problema de combinar palabras, que para ellos, más que significados, serían simplemente sonidos.
Los hijos, desparramados en el suelo, tendidos sobre prendas caballares, dormían en desorden al pie del catre de Gracimiano. El viento de la mañana se filtraba por las paredes vegetales. El menor tenía un fin de sonrisa en la cara aceitunosa. Los demás mostraban sus manos sin el temblor cotidiano de los últimos tiempos, finalmente vencido por el sueño, que también era un alimento, pero aturdidas a veces por visiones internas que jugueteaban en las cabecitas desordenadas. De un modo o de otro, salvo quizás el menor, sabían que ese era el día de la separación.
Los hijos de Gracimiano habían roto las cáscaras de los nueve huevos primordiales eludiendo la cifra cien que se le resta a cada mil niños que nacen en esta tierra del cacto, y pasando por el territorio de las vacunas y de la leche en polvo lograron inscribirse valientemente en el censo del último año, para gloria eterna de la patria. En adelante sólo tendrían que afrontar lo que afronta cualquier hombre, contando entre ellos al Gracimiano y a la Gracimiana.

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