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pour les hispanophones, un article paru le 24 avril 2006 dans La Nación

Par larouge • Bianco José • Mercredi 17/06/2009 • 0 commentaires  • Lu 1146 fois • Version imprimable

pour les hispanophones, un article paru le 24 avril 2006 dans le journal La Nacion
32ª Feria Internacional del Libro
José Bianco (1908-1986)
En ocasión de celebrarse la fiesta anual de la cultura, evocamos al autor de La pérdida del reino a veinte años de su fallecimiento; Juan José Hernández y Sylvia Molloy recuerdan al escritor, de quien se publica un texto inédito
Algo más fácil de sentir que de decir Por Juan José Hernández Para LA NACION - Buenos Aires, 2006 No sabría decir por qué motivo me resulta más fácil referirme al escritor José Bianco, a su admirable obra de narrador y ensayista, que hacer una semblanza biográfica de su persona. Es decir de Pepe, simplemente, cuya cálida y generosa amistad me acompañó desde que abandoné la provincia, hace muchos años, para quedarme a vivir en Buenos Aires. Quizá esta dificultad obedezca al temor de rebajar a parodia su particular sentido del humor, sus proverbiales distracciones y boutades recordadas aún por sus allegados, o por algún nostálgico ex colaborador de la desaparecida revista Sur. Hace poco, hojeando su correspondencia inédita con Octavio Paz, encontré una carta del poeta mexicano, embajador entonces de su país en la India, en que manifiesta una dificultad, semejante a la mía, para definir la personalidad de Pepe. Transcribo fragmentos de esa carta, fechada en 1964 y enviada por Paz desde París, donde se hallaba de paso: Querido Pepe: Tu carta me alcanzó hace unos días Por el momento ando de vacaciones -alma errante- y regresaré a Delhi a mediados de agosto. Leerte es siempre un placer. A veces me irritas y, una vez desahogada mi cólera, me encuentro ridículo y engreído. Si te quejas, lo haces con elegancia. Hay una raza (espiritual) a la que tú perteneces. No se cómo definirla, es algo más fácil de sentir que de decir. Un tono -iba a decir unas maneras-, un temple, una simplicidad que es una complejidad, una familiaridad que jamás degenera en promiscuidad o complicidad. [?] Queda poca gente como tú en este mundo de pop art, pintura “informal”, poetas comunistas o neodadaístas y erotismo sin secreto. En ocasión de cumplirse veinte años de su muerte, me ha parecido oportuno rescatar, a modo de homenaje, estas breves y emocionadas palabras de un Premio Nobel de Literatura sobre la idiosincrasia de su amigo argentino. Me permito agregar que aquella “simplicidad que es una complejidad”, a que se refiere la carta, constituye uno de los rasgos esenciales de la escritura del autor de Las ratas, Sombras suele vestir y La pérdida del reino. A menudo le oí decir a Pepe que a él le gustaba más leer que escribir. Es probable que así fuera, a juzgar por su escasa producción literaria y la cantidad de libros ( en especial de literatura de imaginación) que llenaban los estantes de su biblioteca en el departamento de la calle Cerrito, donde vivía con su madre y una de sus hermanas al comienzo de nuestra amistad. En aquella época ocurrió un episodio, en apariencia trivial, que cambiaría radicalmente la vida de Pepe. Una tarde pasé a buscarlo por la redacción de la revista Sur, como habíamos acordado de antemano, para que fuésemos juntos a la quinta en Boulogne de su íntima amiga, Esmeralda Almonacid. Pepe me aguardaba en su oficina, dedicado a la tarea de poner orden en su escritorio atestado de papeles. Con delectación, arrojaba al canasto originales de colaboraciones rechazadas, propagandas de editoriales, invitaciones a vernissages, a presentaciones de libros, a conferencias. Un sobre voló por el aire y fue a caer al costado de la silla donde me había sentado. Lo levanté del suelo: tenía el membrete de la Casa de las Américas. Al abrirlo, vi que no contenía ningún catálogo de escritores latinoamericanos, como había supuesto Pepe, sino una invitación, dirigida a él, para integrar el jurado del Segundo Concurso Literario de esa institución cultural cubana. -¿Pensás ir? -No deseo otra cosa, me respondió.

En La Habana, Pepe se mostró entusiasmado con el régimen socialista allí imperante luego de la caída de la dictadura de Fulgencio Batista. Visitó a sus amigos Virgilio Piñera y José Rodríguez Feo, director y mecenas de las revistas literarias Orígenes y Ciclón; conoció a Lezama Lima, a Nicolás Guillén, a Roberto Fernández Retamar y a muchos otros intelectuales, artistas y funcionarios del gobierno. “Tendría tanto que hablar de Cuba que no sé por dónde empezar -me escribió en una carta-. En primer lugar de la belleza del país, de la bondad y simpatía de la gente. Es el pueblo más sencillo y amable. A eso se agrega que está contento porque la Revolución se ha ocupado de él, como se ocuparía un padre ejemplar.” Cuando volvió a Buenos Aires, en abril de 1961, poco antes de producirse la frustrada invasión a Cuba en la Bahía de Cochinos (Playa Girón), renunció a su cargo de jefe de redacción de Sur por desavenencias con la directora y propietaria de la revista, Victoria Ocampo, que había publicado en su ausencia una aclaración sobre aquel viaje a Cuba, injusta y humillante a criterio de Pepe. “¿Por qué razón -argumentaba- tenía ella que aclarar que viajé a Cuba a título personal y no en representación de Sur? ¿Acaso hizo una aclaración semejante cuando Murena viajó a Norteamérica invitado por el Departamento de Estado?” La revista, sin Pepe, empezó a declinar, a perder sus lectores. Al cabo de un tiempo, dejó de publicarse. “Cumplimos treinta años -declaró su fundadora en un reportaje-. Ya era hora de cerrar el boliche.” El viaje a Cuba y su consecuencia inesperada: la ruptura con Sur, significaron para Pepe un especie de renovación espiritual, de palingenesia vivificadora. A instancias de Boris Spivacow, entró a trabajar en Eudeba como director de la colección Genio y Figura, actividad que le abrió la posibilidad de relacionarse con los más destacados escritores latinoamericanos de aquellos años. Participó en reuniones culturales realizadas en Uruguay, Chile, México y Canadá; obtuvo la beca de la Fundación Guggenheim; dio conferencias en Nueva York y en la Facultad de Filosofía y Letras de México.

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