La rata
Araceli Otameni
Entró por un agujero, de una cañería. Era una rata grande, gris, con cola larga. Era la primera vez que entraba en la casa.
La vimos cuando ya era tarde. Había entrado.
Era extraño tener ese animal en la casa. Ojos chiquitos, el pelo ralo, se escondía por más que la buscáramos.
Evidentemente la gata había perdido el instinto porque no la había detectado a tiempo, si no, seguramente la hubiera matado.
Cuando la ví tomé la determinación de matarla. Seguramente la rata venía preñada.
Era de noche y éramos muchos en la casa, estábamos en el jardín. No recuerdo por qué nos habíamos reunido ahí, tal vez algún acontecimiento familiar.
La presencia de la rata me hizo recordar tiempos pasados.
Cuando trabajaba en una oficina durante la época de la dictadura militar. Mi primer trabajo fue en un banco. Entonces tuve una jefa a la que le decían la rata. En realidad se llamaba Zelma.
El comentario circulaba en voz baja, generalmente a la hora de comer. Le decían la rata porque estaba pendiente de todo, hasta cuando se caía una moneda al suelo y los empleados, en el más absoluto silencio miraban su reacción. La mujer, que no era precisamente agradable ni tampoco agraciada, abría los ojos grandes como para abarcar todo de una sola mirada. El ruido de la moneda al pegar en el piso seguramente la perturbaba y buscaba el origen.
También pasaba largas horas en el despacho del jefe. Nunca sabíamos el tema, lo que hablaba con él, pero lo imaginábamos. Yo era joven, no tenía ninguna experiencia.
Y ahora esa rata, que llega por las cañerías, quién sabe de dónde. Ese animal funesto que nos mira con ojos parecidos a los de Zelma. Me causa una infinita repugnancia. Y he decidido matarla.
Tomo una madera que hay por ahí y la enfrento, antes de que huya, antes de que se vaya.
Pero la rata huye, porque es un animal así, huidizo. Tiene la cola larga y lo único que se ve durante la huida es ese apéndice, esa cola rala.
Miro a la gata, tan cazadora en otros tiempos, cómo se ha desvanecido el instinto en ella.
Entonces tomo la decisión, tapar las aberturas de las cañerías, cualquier agujero, nada que ayude a la rata a entrar.
© Araceli Otamendi
LA CASA DE ASTERIÓN
ISSN: 0124 - 9282
Revista Trimestral de Estudios Literarios
Volumen VII – Número 25
Abril-Mayo-Junio de 2006
SUPLEMENTO LITERARIO CARIBANÍA
ISSN: 0124 - 9290
DEPARTAMENTO DE IDIOMAS
FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS - FACULTAD DE EDUCACIÓN
UNIVERSIDAD DEL ATLÁNTICO
Barranquilla - Colombia
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