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Herbert Francis y Daniel Moyano en Madrid (vo)

Par larouge • Moyano Daniel • Mercredi 08/07/2009 • 0 commentaires  • Lu 1405 fois • Version imprimable

Herbert Francis y Daniel Moyano en Madrid (gentileza de Francis, traductor de Daniel)

 

 

Esta nota salió publicada en el diario Perfil. Pero la mágica mano de los editores, acorralados por la lógica del mercado publicitario y la moladora a punta de babear, hizo que apareciera en una versión más acotada. De sobre. Acá la versión original. Otra mucha más extensa fue parte de la revista española Occidente. Actualmente trabajo en su biografía. Daniel murió el 1 de julio de 1992. Saquen sus cuentas.


 


 “Daniel es hijo de Kafka, de Chejov, de todos los que se han dedicado a recoger los registros menos evidentes de la realidad”, relata desde Toledo (España), Mario Paoletti. Quizás esa mirada sobre lo obvio se acomodó sola. Quizás fue un producto del mapeo de su vida. Lo cierto es que el nervio fue el culpable. Por esa canaleta se coló el motivo más visceral de su obra, porque la literatura le dolía hasta vencerlo. Moyano murió en Madrid, el 1 de julio de 1992. Una alimaña pestilente le había comido el pulso. El exilio, la muerte de su hija y el olvido, ya habían hecho lo propio.

 

Sin puertos

 

Daniel Moyano nació el 6 de octubre de 1930 en Buenos Aires. Cuatro años más tarde su familia decidió mudarse a las sierras de Córdoba.  Allí llegaron Dickens y Cervantes. Y llegó la poesía. Pero ese universo fastuoso lo acompañaría hasta la muerte de su madre brasileña. De ahí en más: el desamparo. Tras el paso efímero por un reformatorio de menores, fue rescatado por los abuelos maternos. En esa casa, tuvo en sus manos el Martín Fierro y asistió cada tarde a los relatos de La divina comedia, que su abuelo voceaba en italiano. Allí escuchó las primeras polcas y mazurcas. Y aprendió el oficio del albañil, a manos de un alemán que le recitaba los poetas románticos alemanes Novalis y Heine. Allí también, una mañana, decidió irse para siempre.

Tenía sólo 14 años cuando se instaló en la ciudad de Córdoba. Tomó diversos trabajos para subsistir: obrero metalúrgico, instalador de gas, constructor de obras sanitarias, entre otros. Al mismo tiempo se interesó por el violín y brotaron sus primeros versos, que nunca serían publicados. Hasta que Emilio Sosa López, un amigo cordobés, le sugirió que escribiera alguna anécdota con fragmentos de su infancia. Y eso hizo. Fue hasta donde lo llevó la mano. Y así nació el desgarrador cuento “Los mil días”.

En 1957, su colección de relatos Artistas de variedades ganó el concurso organizado por la Editorial Assandri. El libro fue publicado tres años más tarde. De ahí en adelante la prosa fue la actriz principal.

 

El amor y el espanto

 

La Rioja iba a ser un péndulo Su lugar en el mundo y el destierro. Al tiempo comenzó a trabajar en prensa de la Casa de Gobierno. Luego fue nombrado corresponsal en Clarín. Promediando el año 1959, formó parte del grupo fundacional del diario El Independiente. En el trayecto viajó a Córdoba, raptó a Irma Capellino de las garras de su padre y a su regreso se casó.

El despunte de los 60 lo encontrarían con el aire cambiado. Nacieron sus hijos Ricardo y Beatriz. Comenzó a dictar clases de violín en el Conservatorio Provincial de Música y se incorporó al Cuarteto de Cuerdas Estable de la Provincia de La Rioja. Mientras continuaba escribiendo. En 1963 publicó su libro de cuentos El rescate. Al año siguiente salió La lombriz, Luego vendría el desafío de una novela y aunque ignoraba las estructuras narrativas, escribió Los pájaros exóticos, que desaparecería en los archivos de Madrid. En 1966 parió Una luz muy lejana. Después publicó dos libros de relatos El fuego interrumpido y El monstruo y otros cuentos. Ambos en 1967. En el transcurso de ese año escribió El oscuro. La novela obtuvo el Premio de Novela Primera Plana-Sudamericana. El libro fue editado un año más tarde. Pero la sorpresiva muerte de su hija Beatriz lo hundiría en la más absoluta tristeza. Entonces planeó un viaje a Europa con Paoletti. A su vuelta armaron la revista satírica El Champi.

Al poco tiempo, un remanso amainó el dolor: nació su hija María Inés. En 1970 editó Mi música es para esta gente. Cuatro años más tarde El estuche del cocodrilo y la novela El trino del diablo. En ese momento Daniel trabajaba en Crisis y había colaborado en Primera Plana. Sin embargo los acontecimientos lo tomarían por asalto. Creía en la acción de la escritura. Y eso era una herejía.

 

El dolor de no ser

 

En 1976 la música era otra. Daniel concluyó El vuelo del tigre dos días antes del golpe de estado. Pero decidió esperar. La certeza de un país en picada comenzó a rodar en su cabeza. Y acertó el pronóstico. Una mañana un grupo de militares irrumpió en su casa y lo detuvo (luego liberado). Y todo se precipitó. Daniel enfiló, junto a su familia, hacia el puerto de Buenos Aires. Allí tomaron un barco que los transportó hacia España.

En Madrid, los primeros tiempos fueron crueles. El desarraigo y la imborrable sensación de sentirse un novel a cada paso agudizaron su desánimo. Muy a pesar de su desarraigo. Daniel se convertía en uno de los precursores del diario Liberación con sede en la capital española. El proyecto quebró. Entre 1983-1989 publicaría: El libro de navíos y borrascas, El trino del diablo y otras modulaciones (segunda versión acompañada de tres cuentos) y Tres golpes de timbal.

A principios de los 90, comenzó una tarea faraónica: rescribir parte de su obra. Asistía a encuentros de escritores y dictaba talleres de literatura argentina en la Universidad de Oviedo. El trabajo en la ciudad asturiana le había devuelto un trozo de vida. Allí escribió casi en su totalidad Dónde estás con tus ojos celestes, su última novela. Después la muerte lo tomó por la espalda. Había dejado una serie de textos musicales que en 1999 se conocería como Un silencio de corchea. Y otros sueños truncos. “Le hubiera gustado volver a la Argentina sin temor a otro golpe militar, terminar sus ‘Memorias’ donde pensaba escribir cosas de su infancia, hacer un libro para niños y también un oratorio para narrador, bailarines y músicos, contando la historia de América Latina, que interesante hubiera sido, no?”, evoca desde Estambul su hijo Ricardo.

Leonardo Iglesias

 

source: http://losimpares.wordpress.com/2008/07/29/daniel-moyano-el-escritor-de-todos/

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