Adiós a Héctor Tizón: El desierto lleva su nombre
A los 82 años, murió el lunes en Jujuy el escritor Héctor Tizón. Fue un escritor incansable de la Puna y sus silenciosos y solitarios habitantes.
Héctor Tizón, además de escritor, fue periodista, abogado, diplomático y juez. Su obra abarca más de veinte títulos, entre novelas, relatos y ensayos.
De alguna manera, en el flamante Memorial de la Puna editado por estos días, una recopilación de bellas y sobrias crónicas e historias breves, Héctor Tizón ya prefiguraba su despedida del vasto y metafísico desierto fronterizo y los habitantes secos, silenciosos y solitarios que retrataron sus obras. Allí anunciaba que probablemente no volvería a escribir, y que dedicaría el último tramo de su vida a consustanciarse con la naturaleza que lo rodeaba. La muerte, así y todo, deja la sensación de haberle llegado pronto. El escritor argentino murió ayer a la mañana en su casa de San Salvador de Jujuy, a los 82 años.
Tizón había nacido el 21 de octubre de 1929 en el pueblo jujeño de Yala. Abogado, periodista y diplomático, fue autor de una veintena de novelas y recibió varios premios nacionales e internacionales por su labor literaria, además de haber ejercido como diplomático vinculado a la Unión Cívica Radical (UCR) y ocupado un cargo de ministro de la Suprema Corte de Jujuy. La trayectoria del escritor está atravesada por obras como Fuego en Casabindo, Luz de las crueles provincias y Extraño y pálido fulgor, libros editados en Argentina por Alfaguara.
Su primera obra de relatos, A un costado de los rieles, se publicó en 1960 en México, mientras se desempeñaba en ese país como diplomático. Según los críticos, su obra era fiel a su lugar de origen y el paisaje que describía no era sólo el marco donde encuadraba a los personajes, sino “la historia misma”. A su vez, sus narraciones tenían un carácter universal. Tizón dijo en una entrevista con La Nación que un literato “debe escribir sobre el lugar y la gente que conoce, tratando en lo posible de que no se note y lo pueda leer todo el mundo”.
En su obra destaca también La casa y el viento, libro fruto del desgarro que supuso para él el exilio y que escribió como un “último intento de no enmudecer para siempre”. Tizón se exilió en España a causa de la última dictadura militar argentina, pero el lugar a donde volvía siempre y encontraba inspiración era Yala, el pequeño pueblo limítrofe con Bolivia ya citado en el que transcurrió toda su infancia.
En su exilio, el autor se sintió “realmente mal” y llegó a pensar que debería olvidarse de su país para siempre. Su mujer, la filóloga Flora Guzmán, lo animó a ponerse en manos de un psicólogo. Así, durante semanas Tizón viajó desde la localidad madrileña de Cercedilla, donde alquilaba una casa, hasta la capital, donde se psicoanalizaba. De las notas que escribía mientras iba en tren hacia Madrid emergió La casa y el viento.
Tizón fue distinguido con varios premios en Argentina. Nombrado además por el Gobierno francés “Caballero de la Orden de las Artes y Las Letras”, fue presentado en 2005 por la Fundación Konex como candidato al Nobel de Literatura. “Si un escritor vive pendiente de los premios, no puede escribir ni una línea, y si se lo dan (al Nobel) es aún peor, porque entonces sí que no puede escribir en mucho tiempo”, señaló en ese momento.
Local y universal
Una manera certera de recordar a Tizón, además de emprender la lectura de su cuantiosa obra, es revisar las numerosas entrevistas que concedió, lúcidas e incisivas. En una nota en La Voz del Interior en 2006, decía que “leer a un escritor que no es de un determinado lugar y de un determinado tiempo es como tomarse un placebo: no sabe a nada”. Allí también decía que la Constitución Argentina era racista y se lamentaba de que la cultura oral en la que había nacido estaba siendo desplazada por la imagen.
En otras declaraciones a este medio en 2005, se refirió a su doble profesión de juez y escritor: “Ambas se necesitan y complementan”, dijo, y agregó: “La justicia no ríe ni llora, cumple su tarea en silencio y debe rechazar todas las presiones, incluso las callejeras”.
En una nota con Ñ, decía que para él La casa y el viento y Luz de las crueles provincias eran sus obras más valiosas, junto al cuento Los árboles, escrito en Holanda.
El sello Alfaguara, responsable de publicar casi toda la obra de Tizón, despedía en su sitio web oficial “con admiración y profundo afecto a su autor y amigo”. Y remataba: “(Tizón) Nos deja su obra grande y honda, superadora de todo localismo, misteriosa y profundamente humana”.
Tizón fue velado en la Legislatura de Jujuy y será enterrado en Yala, pueblo que siempre llevará su marca.
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